Cuando no solo te duele tu Tierra, además la sufres... ¡Cádiz y sus 8 apellidos inmobiliarios!

Cuando no solo te duele tu Tierra, además la sufres... ¡Cádiz y sus 8 apellidos inmobiliarios!

Mi experiencia personal refleja una realidad dolorosa y persistente en nuestra sociedad: el racismo inmobiliario. A lo largo de los últimos cinco años, mi pareja y yo hemos abierto nuestro hogar a jóvenes que llegaron a España en situaciones difíciles, mayoritariamente provenientes de Marruecos y enfrentando condiciones extremas al llegar en pateras siendo menores de edad. Tras cumplir los 18 años, estos jóvenes, que ya no están bajo la tutela de la Junta de Andalucía, se encuentran en una situación precaria, con escasos recursos de emancipación y sin un respaldo adecuado.

Como familia les proporcionamos un hogar, afecto y la oportunidad de estudiar. Sin embargo, para cumplir con esta tarea, necesitamos un lugar donde vivir (una mala costumbre que tiene una, esa y la de comer todos los días). Vivimos de alquiler, recientemente hemos recibimos un burofax de la propiedad informándonos de que no renovarían nuestro contrato. La razón revelada fue impactante: algunos vecinos, algunas vecinas se quejaron de la presencia de "demasiados moros" entrando y saliendo del edificio.

Este acto discriminatorio ocurrió en El Puerto de Santa María, Cádiz, una región ya considerada como zona tensionada. La búsqueda de una nueva vivienda se convirtió en una odisea, exacerbada por la escasez de opciones habitacionales en la Bahía de Cádiz. No tuvimos la libertad de elegir dónde vivir; simplemente tuvimos que conformarnos con lo que encontramos, un piso de dos dormitorios, claramente insuficiente para nuestra familia de cinco.

La complejidad de encontrar una vivienda no solo radica en la falta de opciones en la Bahía, sino también en los prejuicios arraigados que se manifiestan a través de la tecnología. La mayoría de las agencias inmobiliarias realizan entrevistas telefónicas y, curiosamente, búsquedas en Internet antes de programar una cita para visitar una propiedad. En mi caso, mi identidad se ve distorsionada, ya que no me llamo María García, sino como Marina Liberato, lo cual facilita la obtención de información sobre mí, incluyendo mi activismo y participación en espacios políticos.

Esta situación ha resultado en un desafío aún mayor para encontrar un hogar, ya que no encajo en el perfil preferido por los arrendadores, arrendadoras, empresas o por las agencias inmobiliarias. Aunque es evidente que esta discriminación afecta negativamente a mi familia, no me arrepiento de mi compromiso. Cada obstáculo y discriminación fortalecen mi determinación y mi deseo de luchar contra la injusticia.

En cuanto a la solución, es imperativo abordar el racismo inmobiliario desde diversas perspectivas. En primer lugar, se deben implementar medidas legales más estrictas para penalizar a aquellos propietarios y agencias que discriminan a posibles inquilinos e inquilinas en función de su origen étnico o cualquier otra característica protegida por la ley. Además, es esencial concientizar a la sociedad sobre la gravedad de este problema mediante campañas educativas. Tenemos que reconocer que somos una España racista, una Europa racista, es la única forma de empezar a trabajar y buscar soluciones a los conflictos que, desde el Racismo Institucional, Social y Estructural, se dan y que vivimos muchas personas.

Mi experiencia es solo una entre muchas, pero al compartirla, espero contribuir a la conciencia pública sobre este problema. Es fundamental que como sociedad trabajemos juntas para erradicar el racismo, en todas sus formas, y garantizar que todas las personas tengamos igualdad de oportunidades para encontrar un hogar digno, independientemente de la parte del mundo donde, nos tocó nacer, según la ruleta de la vida.o